-Pero no
puedo... No debo…- Insistía él, negado a cualquier otra cosa que pudiera
suceder.
-No te
entiendo ¿Por qué tendríamos que estar lejos? – Ella, sentada con sus piernas
cruzadas, lo miraba a él con atención. Caminaba desesperado, intentando no
cambiar de parecer, sin querer mirarla, porque sabía que al hacerlo no podría
decidir nada.
-Porque
así son las cosas ahora… no podemos estar…-
Se quedó quieto, pensándolo todo de nuevo, intentando encontrar una
solución. La miró; atenta, con sus ojos levemente llorosos, tratando de sonreír
para no angustiarlo…
-Juntos.
–Dijo ella, con su apenas y audible voz, levemente entrecortada por tener que
admitir que lo suyo realmente no podía ser.
Él
asintió perezosamente, sin poder mirarla, impidiendo que ella dijera una
palabra más al respecto… Sabía que ella insistiría una y otra vez y al final no podría negarse, porque a final
de cuentas… ella era para él algo más de lo que pensó jamás.
-¿¡Qué!? –Apenas y puedo esquivar el almohadón
que iba directamente a mi cabeza, me le quedo mirando, ella sonríe, levantando una ceja nada más.
-Está listo tu almuerzo… -Tararea, saliendo de
mi visión. Escucho su caminar escandaloso por el pasillo, poso el libro sobre
el buró, dejo la hoja nuevamente con un doblez marcado muchas veces y camino
detrás de ella.
-¿Entretenido, amor? –Palpa la silla y espera
a que me siente, me da un beso tronado en la mejilla; sonrío y asiento. -Pero
esa historia la has leído muchas veces.
-Y lo haría mil veces más. –Decidido, vuelvo a
levantarme para ir por el libro; sentándome torpemente sobre la silla, la miro,
ella está interesada en mí.
-Te da pena leer en voz alta. –Susurra, no sé
si se está burlando de mi; toma su encendedor y pasea el cigarrillo por sus
labios, hasta que lo enciende y vuelve a verme, ansiosa porque le lea.
-Esto no…
-¡Yo no
sabía que te encontraría aquí!- Me
decía, desesperada. De entre todos los millones de ciudadanos en el mundo,
teníamos que encontrarnos ella y yo en el mismo lugar.
Simplemente
no sabía que contestarle. Muchos años han pasado ya desde la última vez, de esa
primera y última vez que nos encontramos.
-No...
Espera. Yo me voy, hagamos... vamos a imaginar que jamás pisamos este lugar,
que… -Me miro más que furiosa. Trague saliva y di un par de pasos hacia atrás.
-¿Por
qué siempre has estado huyendo? –Suspiró, se sentó y cruzó sus manos la una
sobre la otra.- Yo sé que… Siempre ha sido complicado…
-No
tienes que explicarme nada…-Me senté junto a ella; con precaución, tomé una de
sus manos entre las mías, ella me miró hacerlo, me vio a los ojos y sonrió.
–Escucha… éramos demasiado aventurados… tú querías darlo todo, sin importarte
nada, yo era un cobarde que se la pasaba noches enteras sin dormir pensando en
el hubiera…
-Y
cuando al fin estuvimos juntos todo se fue al carajo… -Resopla, con un dejo de
diversión. Me hace reír levemente, recordando de esa vez en la que dije sí,
siendo consumido por las horas a su lado y por lo que me dolería verla partir.
-Pero
eras necia… -Susurré, tanteando terreno. Ella me miró un tanto desconcertada y
pensé que ya había metido la pata… Sin embargo, ella alzó esa ceja y comenzó a
reír.
-Sigo
siendo la misma persona, bebé… Sólo que ahora uso tacones todos los días. –Al
escuchar sus palabras, no sé qué pasó dentro de mí que todo se encendió… sentía
arder todo de nuevo.
Jamás he
sido obvio, pero en ese momento disimular era lo último que me importaba. Me
acerqué a ella apenas unos milímetros y, como si en ella todo hubiera estado en
llamas de nuevo, se acercó a besarme lentamente, casi como si el recuerdo le
doliera…
-¡Hey! – Un palmazo
en la espalda que no pude evitar, me hizo perder la concentración, voltee de
inmediato a desquitarme, pero el verdugo estaba ya besando esas rosadas
mejillas que tenían toda mi atención.- No puedes leer en la mesa, reglas de
mamá.
-Pero si yo hice las reglas en esta casa. –Me
congratulo, ganando una mirada obvia de mamá…
-Toca la parte innecesaria de la sala, es
demasiado porno para los niños… -Susurró ella, apenada, mordiéndose un labio
después.
-¿La sala? –Respinga el verdugo tomando de un
trago un vaso de agua.- Haberlos visto en ella es más que suficiente,
escucharlo seguro es lo más soft del mundo... –Con miradas obvias, solo pudimos
echarnos a reír, nerviosos. Volviendo a sonreír, volviendo a recordar.
-Déjalos en paz monstruo, tienen derecho a
recordar su juventud. –Princesita llegó, con una mirada tierna, pero también
pícara; ve el libro entre mis manos y asiente lentamente, con diversión,
besándome la frente – Pueden omitir la parte de la sala que fue suficiente con
haberlo vivido…
-Se me
durmió el pie… -Reía, sin parar. Jamás la escuché reír así, tan completa y
feliz. Me moví y puse de pie, ayudándola a levantarse para que ese pie travieso
dejara de incomodar.
-¿Te
traigo algo? –Pregunté luego que se sentó, vi la ropa sobre el suelo y la luz
de la luna en la ventana. No pude evitar sonreír como un idiota.
-Estoy
muy bien… -Asintió mirándome, viendo el desorden y luego el ventanal. Suspiró
profundamente, poniéndose de pie a mi lado y acariciándome las mejillas. –Jamás
creí que podríamos hacerlo aquí….
-¡Papá! ¡Hey, oye…! –Y ahí van los dos a
pelearse como todos los días. Los miro un tanto distraído, con el libro en la
mano. Giro mi cabeza al frente y ahí
está ella, esperando que reaccione, sonriendo.
-¿Viajando por el tiempo, bebé? –Me mira
interesada y se pone de pie, acercándose a darme un beso pequeño, sentándose a
mi costado y viendo la portada con algo de vergüenza.
-Eres tan cursi…-Resoplo divertido y paso mi
brazo por sus hombros, recargándome en su cabeza un momento.
-Tú eres el cursi, te la pasas leyendo eso
todos los días…-Me mira con obviedad, riendo un poco.-
-Leer nuestra historia me parece divertida.
–Asiento con seguridad, tomando su mano y dejándole un beso a su dorso.- Es mi
historia favorita.
---------------------------------------------------------------------------------------------------¡Feliz día de San Valentín a todos! PD: Alguien dígale que lo amo y que siempre vivirá en las páginas del libro que más lea yo.♥
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