-Mi más sentido pésame- me dijo el primer ministro, yo asentí levemente con la cabeza estrechando su mano
Y así fueron todos los demás, entre miradas tristes, lamentos, muchas mujeres han venido aquí, jamás antes las había visto, pero lucían más tristes que yo.
-Se dice que son sus amantes- escuché a un hombre, yo caminaba a su costado. De pronto se quedó callado y me miro avergonzado agachando la cabeza.
-Le pediré por favor que guarde respeto a mi marido y a mi casa, de lo contrario tendrá que marcharse – le dije parándome frente a él
-Lo lamento mucho – me dijo haciéndome una reverencia- no volverá a pasar
Sin decirle nada me retiré de lugar caminando al estudio, rodeada de mucha gente que me miraba tristemente, yo vi a esas mujeres, de pies a cabeza. No había pensado que Guillermo necesitaba también un tipo de desahogo físico y ellas podían darle lo que conmigo era obvio no disfrutaba, ya que después de nuestra noche de bodas, estuvimos juntos tan pocas veces, me sobrarán dedos. 8 años de matrimonio. Pocas caricias, muchos abusos, y golpes... también nos ignoramos. Pero jamás nos amamos, o por lo menos no que yo lo recuerde.
Entro al estudio y sigilosamente cierro la puerta, el lugar esta intacto, aun parece que veo su figura caer tras el escritorio. Su sangre aún se encuentra ahí. Hace apenas dos días, y la sangre esta tan fresca que parece acaba de suceder. Muy pocas personas han entrado a este lugar, para ser exactos, mis hijas, su abuela y yo. Aquí fue donde Julia me maldijo por haber matado a su padre, un rato después de enterarse que accidentalmente su papá había muerto. Se la pasa pegada a la falda de su abuela, Rene por el contrario, ha estado con Óscar, me alegra que ella este aquí. Mis hijas son las que realmente necesitan un consuelo, no yo.
-¿Rob?- escuché una voz, venía del pasillo. No podía ser posible...
-Aquí- contesté en un murmullo, pensando que esa voz imaginaria no me escucharía y así yo poder comprobar que solo me estaba engañando
-Por Dios...-dijo agitado entrando al lugar con paso veloz. Yo lo miré atentamente, esperando que fuera verdad que él estaba ahí. Para mi. Como siempre.
Me abrazó y acaricio mi espalda con suavidad, yo estaba tan sorprendida que con trabajo respiraba, hasta que de pronto también lo abracé y recargué mi cabeza en su pecho, suspirando y después sonriendo.
-Hola- le dije con una risa apenas y audible
-¿Cómo estás?- pregunto presionando mi cabeza con su mano
-Estoy viva- le contesté y me puse a llorar. Recordé que él ya no estaba vivo, que se suicidó frente a mi y ni siquiera sé por qué... que murió maldiciendo haberme conocido ...
-Ya preciosa, no llores - besó mi frente y me consoló otra vez...- Todo estará bien
-Gracias - le respondí y quedé viendo sus ojos, Tom me miraba también. Se acercó y me dio un beso más. Otro a nuestra historia, uno lleno de dolor. Mi dolor.
-Así que se trataba de esto ¿No? - mi suegra azotó la puerta del estudio, con dolor en la voz se acercó a nosotros y nos fulminó con la mirada- mataste a mi hijo para poder estar con éste- y miró a Tom de la manera más despectiva posible. Yo estaba tan confundida por lo que me decía que no le contestaba nada y Tom menos. Solo nos estábamos abrazando como buenos amigos que somos - ¿Son buenos amigos? - preguntó esta vez, acercándose a mi y separándome de él con un jalón - Dime a cuantos más piensas engañar con esa basura – y me empujó, yo me moví un poco y después solté un bufido lleno de ironía y risa - ¿¡Dime que es tan gracioso!? - me gritó y comencé a reír, me limpié las lágrimas y seguía riendo
-¿Qué es lo que crees que esta pasando?- le regresé la pregunta, ella me miró más que furica – Así que eres tu la que le esta metiendo ideas en la cabeza a mis hijas
-No son ideas- dijo recobrando la compostura- Mataste a su padre para poder estar con ese bueno para nada- y lo señaló, Tom solo la miro sin decir o hacer algún movimiento
-Alejate de mis hijas Olga, ya suficiente has hecho estos días como para arruinar sus vidas por completo – le advertí, parándome frente a ella
-Parece que tu amante te da agallas- dijo burlándose
-Esta de más querer discutir contigo de manera racional, no estás en tus cabales – y suspiré. A pesar de tener muchas ganas de decirle tantas cosas, me quedé callada. Sé que sufre, después de todo ha perdido a su único hijo.
-Quiero a este fuera de mi casa- dijo otra vez con ese tono de autoridad que siempre usaba conmigo
-Esta es mi casa, que no se te olvide – levanté mi voz, como nunca en mi vida para con ella, abrió sus ojos demostrando lo asombrada que estaba por mi atrevimiento, inclusive yo me sorprendí – y así como te pido que respetes mi casa, te pediré que respetes el luto de mi esposo, tu hijo y padre de tus nietas, y que las respetes a ellas y a mi en nuestro dolor
-Como si esto en verdad te importara – dijo más molesta que nunca, con sus ojos asesinos, sin dejar de mirarme – Voy a llevarme a mis nietas de aquí quieras o no
-¡Con mis hijas no te metas!- la jalé del brazo y la obligué a dar una vuelta, ella ahora me veía asustada- Ya suficiente tengo contigo y con toda la gente allá afuera como para que ahora me amenaces con eso
-Voy a hacer que te odien – dijo con una sonrisa macabra
-¿Mami?- escuché la voz de Rene entrar al lugar, al verme corrió hacía mi y me abrazó fuertemente, al voltear a mi derecha, ya no encontré a Tom, no tengo idea del momento en el que se fue de aquí.
-Ven mi amor, vamos a despedirnos de papá – le dije y caminé ignorando a Olga, olvidando todo lo que ha dicho
-No voy a olvidar que tu mataste a mi padre – dijo Juia con su voz severa, parada a un costado de la puerta del estudio, sumergida en la oscuridad. Rene se tapó los oídos y se puso a llorar.
Yo sin saber que decir extendí mi mano a mi pequeña y ella la tomó sin preámbulos. Caminé con mis dos hijas al lugar donde el impresionante féretro estaba.
Puse a Rene en el suelo, Shara la tomó de la mano, ella hipaba. De lado de Julia se puso Tom, la tomó de la mano, ella no opuso resistencia, ni siquiera lloraba.
Mi suegra estaba al frente, llorando a cantaros, le hacían coro las mujeres de mi ahora fallecido marido.
Comenzaron los sermones, del otro lado pude ver a Bill, a Georg y a Gustav. Agachando la mirada y sufriendo a nuestro lado. Ahora yo tenía que estar al frente de Toledo. Que curiosa vida la mía. Al morir mi abuelo Guillermo me salvo de yo quedar a cargo, pero el destino me dice que debo hacerlo yo misma, ahora me quitó a mi marido.
El hilo de mis pensamientos es interrumpido por los sollozos amargos de mis dos niñas que se abrazan desconsoladas frente a mi, Tom se agacha y las envuelve entre sus brazos
-¡No intentes parecer su padre!- gritó mi suegra. Aventándole un ramo de flores. Todos nos quedamos callados.
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